La “desesperación nos empuja”: cada vez más cubanos se lanzan al mar en busca del sueño americano

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Tres meses después, a Jessica Pedraza todavía le es difícil recordar las 33 horas que duró el viaje entre la costa noroeste de Cuba y Cayo Marquesa, en el extremo más al sur de la Florida. “Todavía me parece estar en el barco”, asegura con voz entrecortada.

Sin saber nadar y temiendo por su hija de 10 años y “el trauma que podía crearle una travesía tan peligrosa”, la cubana de 30 años confiesa sin embargo que “lo volvería a hacer”.

“Yo pedía mucho, yo tenía mucha fe, sobre todo pedía a Dios que me dejara llegar, porque no es fácil sacrificarse y que no lo puedas lograr. Nosotros no pensamos en la ley (Pies secos/Pies mojados, ya derogada y que permitía a los migrantes cubanos al tocar suelo estadounidense convertirse en residentes legales), nosotros escuchábamos a las personas: todo el mundo está llegando, todo el mundo está llegando”, dijo a la Voz de América desde Cape Coral, donde ahora reside.

Pedraza recuerda “con escalofríos” cómo estuvieron horas navegando en la mar picada, los mareos y vómitos durante casi todo el trayecto, y cómo el agua de mar fría entraba por la ventana bajo la que se apiñaban ella, su hija y su esposo, junto a otras 19 personas en un bote de pesca.

De Bauta a Cape Coral

Jessica vivía en Bauta, una pequeña ciudad en las afueras de La Habana y hacía más de cinco años que había dejado su trabajo como criminalista. Su esposo, Alejandro Álvarez, se dedicaba a la pesca submarina. Juntos, “salían adelante”, pero pronto la endémica escasez de alimentos, medicinas y combustible se agudizó tras la pandemia de COVID-19.

“En Cuba se nos fueron cerrando las puertas, la escasez de combustible, los apagones. Mi hija no dormía por las noches cuando no había corriente por el calor”, recuerda.

A pesar de varios percances que pudieron haber terminado con la travesía, Jessica, su esposo, su hija y el resto de los tripulantes llegaron a cayo Marquesa en la madrugada del día siguiente. Ahí estuvieron hasta que una familia que estaba pescando en su yatecito se acercó, dio aviso a la Guardia Costera y les llevó comida y agua.

“Sabíamos que si nos cogían en el mar nos podían regresar, y que si llegabamos a tierra era más dificil que nos regresaran. No es fácil llegar y que te deporten. Teníamos miedo de ver a los guardacostas, pero al final todo salió bien”, celebra.

Para Duany, el estancamiento de la economía en Cuba, “agravado por el recrudecimiento del embargo de EEUU”; la escasez de productos esenciales, los apagones continuos, y “la sofocación estatal del descontento político” tras el 11J son las principales razones de este éxodo.

“Biden tendrá que hilar fino entre su compromiso de ayudar a mejorar las condiciones de vida del pueblo cubano y su política de presionar al gobierno de la Isla para que respete los derechos humanos”, opinó el director del Instituto de Estudios Cubanos.

Para Duany, una medida como el programa de visado para venezolanos “sería muy impopular y quizás políticamente costosa” entre la comunidad cubanoestadounidense. Duany sostiene que “da la impresión” de que el Departamento de Estado de EEUU trata de desarrollar “una fórmula que mantenga ciertos privilegios”, como la Ley de Ajuste Cubano, y a la vez que reduzca el flujo irregular de migrantes.

Por: vozdeamerica.com

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